jueves, 7 de marzo de 2013

KAMIKACES



Empiezo a girar la ruleta. 
¡Clack!
Mirada absorta en un abismo
-el mundo revolviéndose 
frenético-
mientras mi pie hundido 
en el pedal del gas
revela viejos instintos 
kamikazes.

                                 Nada nuevo.
Cierro los ojos tan solo un instante
-como si fuera eterno-
y me flagela el eco de un destello
de ese fragmento infinitesimal
por el que jamás volveré 
a pasar.

Trance.
Una leve bocanada augura
el aroma pérfido de la muerte
-la de verdad,
la que se llena de epitafios 
y lágrimas plañideras-
y entonces caigo en la cuenta 
de que en realidad
nada de todo esto tiene que ver
con el corazón en un puño
o  la respiración contenida
cuando tú te vas.

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